miércoles, 9 de marzo de 2011

LUIS CAEIRO IZQUIERDO, comenta el articulo de antonio avendaño

Pedrmitidme un comentario con algo de respuesta a este articulo. Ante todo, en todo momento fui consciente de que se me estaba negando el tratamiento necesario al no darme ninguna facilidad para poder llegar al centro donde se me podía dar. En todo momento fui consciente -y hablo desde los 7 años más o menos- de que lo que se les concedía a otros por no tener un mínimo de contención y no usar condón, a la sazón prohibido, es decir a las familias numerosas se me negaba a mí. En todo momento fui consciente de que los aparatos ortopédicos eran graciables y casi siempre denegados, uno de ellos y lo digo con mucho orgullo y gratitud me lo pagaron los compañeros de mi padre por que el sistema me lo negó, el mismo sistema que pagaba un porcentaje de las celebraciones de boda de las hijas de los compañeros de mi padre: si hubiera sido chica y casable hubiera tenido necesidades como solo era discapacitado -yo no sólo cojeo, no tengo esa suerte- no tenía necesidad alguna. En todo momento fui consciente del uso entre lo piadoso y lo elegido por mano divino que se hacía de instituciones que no atendían a los afectados, hacían caridad con ello -labor positiva desde luego, teniendo en cuenta que quien debía atendernos no lo hacía- pero que no dejaban de recordártelo las mismas instituciones que cuando pasamos de moda me dijeron que no volviera por que a la gente como yo la rehabilitación no les hacía nada y que la necesitaban para los subnormales (¿hago el comentario sobre que si las piscinas calientes han aumentado la inteligencia de nuestros compañeros psíquicos o ya lo hacéis vosotros?. En todo momento fui consciente de que no se me facilitó el acceso a la educación -barreras, y denegación sistemática de becas a pesar de mis buenas notas-. En todo momento fui consciente de que "estos niños lo mejor es que no estudien". En todo momento fui consciente de que se me vacunó tarde, mal –en plena epidemia, lo que tengo entendido que es nefasto- y, ahora sé que muy probablemente, con un producto en mal estado. En todo momento fui consciente que la inmunoglobulina que se usaba en tratamientos neurológicos no me fue administrada del modo correcto –si es que se me administró-. En todo momento fui consciente de que se me negaron los calmantes en la fase aguda de la enfermedad, así como de los comentarios desagradables, las burlas y la indiferencia del elemento sanitario del franquismo. En todo momento y a pesar de lo que se me decía por todas partes fui consciente de que si yo no caminaba no era por que no me diera la realísima gana o no me esforzara y, por tanto, de la descarga de responsabilidades que decir eso a los pacientes suponía para el sistema que tan bien utilizaba el régimen de uniformes y hábitos como vimos en el reportaje de No-do que puso alguna vez nuestro compañero Jesús con su cojito recuperado por los hermanos de San Juan de Dios que bailaba flamenco, él sí había querido, yo y quienes como yo no bailábamos El lago de los cisnes es que no nos habíamos esforzado. Hoy, a mis cincuenta años, ni puedo “reírme con indulgencia” de mi discapacidad, ni puedo dejar de tener presente que a mí, y a muchos como yo, nos ha robado el franquismo con su maldad congénita, su estupidez y su clasismo una vida entera. No, ni puedo ni quiero dejar de tener muy presente quienes son los culpables ni quienes son los que me (nos) han cargado con un sentimiento de culpa por nuestra imposibilidad de desarrollar esa vida. Sé que la mayoría de los que estamos en este foro ha logrado desempeñar un trabajo, encontrar una pareja y sacado adelante una familia con muchísimo esfuerzo, pero habéis podido hacerlo, otros muchos como yo, no. Tampoco quiero ni puedo olvidar que los herederos de los culpables están en la misma línea clasista y clerical en el tema sanitario –no voy a decir más que que vivo en Madrid-, y que me temo, con verdadero pavor, encontrarme al final de mis días como cuando viví la enfermedad: rodeado de hábitos y suplicando calmantes (cosa que también volvió a ocurrirme cuando me operaron). No, ni sonrisas ni indulgencias me puede arrancar echar una mirada atrás. En cuanto a los chistes sólo uno de Gila es válido para mí en este tema (era tan genial que hasta en esto vale su talento), su epitafio, según decía querer: ¿Está la muerte?... que se ponga. Un abrazo Luis