La triste batalla de la vacuna de la Polio…Salk contra Sabin
José Manuel López NicolásTriple vírica, cáncer de útero, hepatitis, viruela…la historia de las vacunas siempre ha ido asociada a grandes polémicas. Si además le sumamos que el desarrollo de las mismas ha costado vidas humanas, incluidas las de niños, y que detrás de esas muertes se esconde la lucha entre científicos por obtener el privilegio de ser el descubridor de la vacuna…podemos encontrarnos ante uno de los episodios más oscuros de la historia de la ciencia: el descubrimiento de la vacuna de la polio.
Actualmente se emplean dos tipos de vacuna contra la poliomielitis. La primera fue desarrollada por Jonas Salk y consiste en una dosis inyectada de poliovirus inactivados o muertos. La segunda vacuna fue una vacuna oral desarrollada por Albert Sabin usando poliovirus atenuados. Por medio del uso de las dos vacunas se ha logrado la erradicación de la poliomielitis en la mayor parte del mundo.
Leyendo el párrafo anterior podríamos afirmar que el descubrimiento de las dos vacunas existentes contra la polio es un claro ejemplo de investigación paralela llevada a cabo por dos grupos de científicos en gran armonía en búsqueda de una solución universal…nada más lejos de la realidad. Por ello hoy traigo a Scientia una de las pugnas científicas más encarnizadas del pasado siglo XX…Salk contra Sabin.
Pulmones de acero, aparatos ortopédicos, pabellones de aislamiento… Todo empezaba como un resfriado de verano, un dolor de cabeza o un poco de fiebre y podía acabar con un niño paralítico de por vida o muerto…así actuaba la poliomielitis, históricamente conocida como parálisis infantil y hoy en día comúnmente como polio.
Los hechos acontecidos entre 1938 y 1955 marcaron a toda una generación. El presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt —sobreviviente de polio— alentó a su país a declarar la guerra contra la polio, terrible enfermedad que se estaba convirtiendo en una epidemia.
En 1938, con la creación de la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil (NFIP), presidida por Basil O´Connor, se emprendió un esfuerzo masivo de recolección de fondos para costear la atención de los pacientes de polio y la investigación científica.
Gracias a la investigación financiada por la NFIP se desarrollaron “vacunas de virus inactivos” y “vacunas de virus vivos/atenuados”. El resultado fue un desastre total que provocó no solo la parálisis de algunos niños expuestos a tales vacunas sino que varios de ellos murieron tras someterse a la vacuna.
Durante años se siguió investigando en la vacuna de la polio y ya en la década de los 40 el desarrollo de cultivo tisular del virus de la polio por John Enders provocó que la obtención de una vacuna exitosa estuviese cerca…solamente faltaban los medios económicos necesarios para culminar las investigaciones.
¿Y quién era el responsable de aportar esos medios? Indudablemente la NFIP que, en una decisión polémica de su presidente O´Connor, eligió al microbiólogo Jonas Salk, experto en virología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, para desarrollar la vacuna
Paralelamente a las investigaciones científicas, la epidemia continuaba sus efectos devastadores y en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, la causa se hizo más urgente, alcanzando en 1952 su punto máximo en Estados Unidos, año en que se registraron unos 58.000 casos.
Fue en este año cuando Salk desarrolló una vacuna obtenida mediante inactivación del virus de la polio con formaldehido y, en el verano de 1954, ya estaba listo para llevar a cabo una prueba en todo el país con una versión experimental de la vacuna.
A pesar de que empezaron a aparecer las primeras voces discordantes, el 12 de abril de 1955, el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos despliega la vacuna de Salk por todo el país usando como sujetos de estudio los llamados “pioneros de la polio” (alrededor de dos millones de niños a quienes sus padres propusieron como voluntarios para participar en la prueba)…el éxito no se hizo esperar; en 1957, primer año en que se aplicó la vacuna ampliamente, el número de casos de polio disminuyó a 5.000.
La vacuna Salk se convirtió rápidamente en parte del arsenal de los pediatras para luchar contra las enfermedades de la niñez. De la noche a la mañana Salk se convirtió en un personaje famoso; apareció en revistas de circulación nacional como Life y Time, y participó en programas de radio y televisión.
Pero esto no gustó entre la comunidad científica…ni entre la no científica. Sus reacciones fueron, como siempre, diversas y contradictorias.
En primer lugar la comunidad biomédica de los Estados Unidos nunca vio con buenos ojos que un microbiólogo se encargase de un “problema clínico” ya estamos con el corporativismo…
Respecto al mérito de sus investigaciones muchas voces acusaron a Salk de usar resultados publicados por otros científicos para desarrollar su vacuna…Es cierto que John Enders, de la Universidad de Harvard, merece gran parte de la gloria…y la tuvo con creces. Su pionero trabajo en el Children’s Hospital de Boston permitió reproducir el virus en cultivos celulares y sentó las bases para el desarrollo de la vacuna. Fue él con sus colegas Thomas Weller y Frederick Robbins que finalmente ganaron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1954 por sus investigaciones relacionadas con la polio…Salk también podía haber estado allí.
De entre todas las voces que se levantaron contra el microbiólogo estadounidense nadie fue más crítico que el estadounidense de origen polaco Albert Sabin…microbiólogo también….
“Curiosamente” Sabin investigaba en una vacuna alternativa, que empleó virus atenuados ya que, en su opinión, la vacuna de virus inactivados de Salk era “de todo, menos segura”.
En 1960, Albert Sabin anunció que había logrado desarrollar una nueva vacuna antipoliomielítica oral. Como en muchas de las vacunas tradicionales, utilizó formas debilitadas del virus para implantar una infección inofensiva en los pacientes y de esta manera crearle inmunidad ante una nueva exposición al virus. En vez de inyectar la vacuna, era posible colocar unas gotas en un terrón de azúcar o mezclarla con un jarabe dulce para que el paciente la tragara.
La guerra entre los dos científicos se desató para probar que su vacuna era más eficaz y segura que la de su oponente….y un triste acontecimiento, conocido como el “incidente de Cutter”, comenzó a decantar la balanza del lado de Sabin. 11 niños a los que se les había administrado la vacuna de Salk murieron y otros muchos desarrollaron la polio. Aunque la versión oficial fue que existía un lote defectuoso de los Laboratorios Cutter de Califormia, Sabin aprovechó el “incidente” para recrudecer sus ataques a Salk.
En su obsesión por descalificar a Salk, Sabin llegó a afirmar que “una vacuna de virus inactivados para la poliomelitis debe ser segura sin matices. Si se admite que la vacuna puede ser más segura, entonces no lo es suficiente”. Pero por si Salk no estaba al tanto de sus ataques, Sabin le envió… ¡¡¡una carta amenazadora!!! recordándole lo que pensaba de él, entre otras cosas que “usted jamás tuvo una idea original en su vida”. ¿Creen que eso es todo? Sabin llegó a telefonear s Salk para acusarle de “engañar al público”. “Me quedé sin habla” admitió Salk…¡¡¡vaya telita!!!.
Sabin, que alardeó de desarrollar “la vacuna, no una vacuna”, mantuvo sus ataques descarnados a Salk hasta días antes de su muerte llegando a calificar a su colega de “químico de cocina”.
Pero por si todo esto no fuese bastante, otro factor “de gran peso científico” entró en juego…los intereses económicos de la clase médica estadounidense de aquellos años. El hecho de que la vacuna de Sabin pudiese administrarse de forma oral ponía en peligro los grandes ingresos de dinero de los médicos que cobraban por inyectar la vacuna de Salk…motivos más que suficientes para que se opusiesen ferozmente a que la vacuna de Sabin se introdujese de forma generalizada. De esta forma la vacuna de la polio solamente era accesible a los grupos sociales con recursos económicos suficientes para vacunar a sus hijos…sin comentarios.
Después de todos estos “pequeños incidentes sin importancia” en la guerra de científicos por mostrar las bondades de sus vacunas, Sabin tomó ventaja. Las ventajas de su vacuna frente a la de Salk eran más que evidentes (suministro por vía oral, más barata, puede crear “inmunización pasiva”…) por lo que en 1957 la OMS decidió lanzar una prueba internacional de la vacuna de Sabin que tuvo gran éxito.
Tras la aparición de 2562 casos de polio paralítica en Estados Unidos, este país acuerda el 24 de abril de 1960 probar la vacuna de Sabin…se redujeron los casos de polio paralítica a solamente 61 casos en escasamente tres años.
El problema estaba resuelto. Sabin había ganado “su batalla”. Pero no hay que olvidar que, hasta entonces, la vacuna Salk ya había salvado a más de 35.000 personas de la muerte o la discapacidad. Debido a ello el debate acerca de cuál de las dos vacunas es mejor no ha cesado desde que se utilizaron por primera vez.
Hoy en día, ambas vacunas se utilizan ampliamente. En los países desarrollados, donde la poliomielitis está erradicada, se suele recomendar el uso de la vacuna inyectable de Salk, mientras que en otros países la vacuna oral de Sabin es la que se utiliza durante las campañas de vacunación masiva en países en desarrollo.
Visto lo visto…¿de verdad creen ustedes que hacía falta tanto ataque furibundo entre científicos para llegar a este final?.
No puedo concluir este artículo sin dejar una serie de reflexiones personales. Las controversias sobre las vacunas son, en la mayoría de los casos, que no en todos, provocadas no solo por la ignorancia de algunos, que también, sino por intereses ocultos de muchos otros…lejos de discusiones científicas.
Personajes públicos se empeñan una y otra vez en relacionar la inyección de la triple vírica con el autismo. Por otra parte, los programas de vacunación contra la polio patrocinados por las Naciones Unidas han sido acusados de conspiración mundial contra ciertas religiones e, incluso, la vacuna contra el cáncer del cuello del útero está siendo atacada encarecidamente por determinados colectivos.
He dejado para el final un tema que debatiremos próximamente. Como podrán observar no he hablado en todo el texto de la investigación científica en el desarrollo de una de las vacunas más anheladas de los últimos tiempos…la vacuna del SIDA. Y no lo he hecho por qué aun estoy intentando buscar respuesta a la pregunta que uno de los lectores de Scientia lanzó al aire en el post que publiqué en relación con las enfermedades raras…¿interesa a las compañías farmacéuticas encontrar la curación del SIDA o prefieren transformarlo en una enfermedad crónica para que el enfermo gaste de por vida una cantidad ingente de dinero?…Cuanto más investigo en el tema…más me indigno…